Obviamente, este post no habla de mi... o sí... porque, por el Bautismo, todos somos sacerdotes de Jesucristo.
Pero bueno, este post habla de Jaime, o más bien Jaime habla (con permiso) en este post.
Algunos os daréis cuenta de que he modificado el post original para reflejar aquí las palabras originales de Jaime y no lo que se recogió parcialmente en los medios de comunicación:
Pero bueno, este post habla de Jaime, o más bien Jaime habla (con permiso) en este post.
Algunos os daréis cuenta de que he modificado el post original para reflejar aquí las palabras originales de Jaime y no lo que se recogió parcialmente en los medios de comunicación:
Mi futuro como sacerdote
Clausura del Centenario del Seminario de Madrid
octubre 2007
Querido don Antonio,
queridos don César y don Fidel,
queridos hermanos sacerdotes de Jesucristo,
queridos hermanos y hermanas en el Señor.
Si ustedes no hacen como yo cuando tengo un programa de un acto en las manos, a estas alturas ya saben que me llamo Jaime. Cierto que es una biografía escueta, pero me propongo no dar muchos más detalles: así este testimonio parece que deja de pertenecerme, para ser posesión de todos los seminaristas, cualquiera de ellos podría haberlo dado.
Si además son ustedes detallistas, incluso se habrán dado cuenta de que este testimonio hoy lleva título: Mi futuro como sacerdote. Permitanme adivinar lo que ha podido rondar ya por sus cabezas: “¡Vaya ego! ¡Si ya se ve de cura!”, o aún mejor: “¡Un seminarista profeta! ¡Qué divertido!”. Pues ya les aviso que con estas expectativas este testimonio será un chasco; por si aún no se han dado ustedes cuenta, las mismas ganas que tiene el auditorio de escuchar a un seminarista histérico fantaseando sobre utópicos futuros de entrega, oración y apostolado, las mismas ganas las tiene el seminarista histérico en cuestión.
¿Dudas? ¿Miedos? ¿Pecado? Pues sí, póngame de los tres. Oye, ¿y cómo es posible que se atreva alguien a construir un futuro con estos materiales? Les cuento...
*
Yo no quería ser cura. Pero para no querer tener nada que ver con un seminario, estaba bastante acostumbrado a escuchar las palabras futuro y sacerdote en una misma frase. Pero yo no quería ser cura, así que tenía respuestas bien claritas para que quien tuviera oídos, que oyera.
“¿Mi futuro como sacerdote? ¡Ni de broma!”. Hubiera contestado sin demasiados rodeos y con peores formas al osado Interrogador, en el caso de haberle siquiera escuchado. Eran aquellos años de adolescencia en los que no me importaba nadie -ni Dios, ni familia, ni amigos- porque en realidad ni yo mismo me importaba, y por eso era incapaz de sacudirme de encima aquel hastío por las cosas, por la gente, por la vida.
“¿Mi futuro como sacerdote? No, hombre, no, si lo que necesita el mundo son ingenieros santos...”. Hubiera contestado, y de hecho contesté, al sacerdote que me lo propuso en aquel despacho de aquella parroquia. Ya había sacerdotes en mi vida porque ya me había encontrado con el resplandeciente Rostro de Cristo en un Cursillo de Cristiandad -de esto hace ya siete años, pura hora décima-, y ya disfrutaba de esta deliciosa Vida en la Iglesia. Pero aunque la semilla de la vocación ya estaba, no era aún la época de la cosecha.
“¿Mi futuro como sacerdote? Pero ¿será posible...?”. Y las respuestas claritas dejan de hacer pie ante la avalancha del miedo, de las lágrimas, de la emoción, del asombro... y aunque uno nota que llega el momento de dar una gran respuesta al Señor, ya no tiene palabras...
Todo es gracia. Y si tú quieres y no puedes, salen las cuentas si Dios está a favor. Sin cobrar derechos de autor, el Señor se encarga de ofrecer gestos y palabras que se van transformando poco a poco en tus propias respuestas, a nada que uno ponga de su parte.
Oración
No he sido yo, Señor, sino tu Movimiento de Cursillos de Cristiandad, tu Iglesia la que me ha enseñado a decir que sí, la que me ha enseñado a servir como un pequeño lápiz en tus manos, de la que he aprendido que lo más seguro que puedo hacer cuando me pones entre tu Amor y tus hijos es no estorbar. ¿Qué diré yo entonces de mi futuro como sacerdote?.
No he sido yo, Señor, sino tu Gracia derramada a casacadas sobre mi vida la que me fue enseñando a arrodillarme ante mis hermanos, más allá de mi terrible soberbia, más allá de mis respetos humanos. ¿Qué diré yo entonces de mi futuro como sacerdote?.
No he sido yo, Señor, sino tu siervo don Jose María García Lahiguera el que me decía -¡a mí!-: “Ten fe en tu sacerdocio, pídele al Señor que aumente tu fe”. O tu siervo don Sebastian Gayá -iniciador del Moviemiento de Cursillos de Cristiandad que hoy agoniza en una cama de Mallorca tras 94 años de vida entregada al Señor- el que me dijo el día que supo que entraba al Seminario: “Un cura viejo te llama hoy hermano, Jaime”. ¿Qué diré yo entonces de mi futuro como sacerdote?.
No he sido yo, Señor, sino tu parroquia Nuestra Señora del Aire la que en los últimos años me ha ido metiendo más y más gente en el corazón para que luego las presentara ante ti en tantos ratos de oración. ¿Qué diré yo entonces de mi futuro como sacerdote?
No soy yo, Señor, sino Tú quien no eliges a los capaces, sino que capacitas a los que eliges...
*
Siempre sacerdotes suena a toda una eternidad. Mucho tiempo. Tanto que parece que debería incluir mi pasado, y aún esta misma semana repasaba y volvía a repasar encuentros y experiencias, interrogándome como le queda a mi historia las palabras “como sacerdote”. También debería incluir mi presente como seminarista, pero si apenas consigo aprovechar el don que el Señor me hizo trayéndome a esta casa, ¿cómo colocar junto a mi día a día un “como sacerdote” ?
¿Qué diré yo entonces de mi futuro como sacerdote? Que desde este pequeño atril, en el que un salón de actos parece una inmensidad, ante una historia de siempre sacerdote con dimensiones de lo eterno, lo único honrado que me soy capaz de decir es que no existe mi futuro como sacerdote, pero fiat. Y hasta me suena a contradicción, pero no sé, serán cosas del directo. O del Señor.
Sin duda, hoy celebramos cien años de bendiciones. Es obvio para todo aquel que camine bajo la impresionante lona de la exposición del claustro, con sus cien años de fíados de Dios.
Y sobre todo, celebramos el futuro. Porque que si en algo está especializado el Seminario, es en el futuro. En competencia directa con las compañías de seguros. Hasta don Andrés podría llevarlo en sus tarjetas de visita:
queridos don César y don Fidel,
queridos hermanos sacerdotes de Jesucristo,
queridos hermanos y hermanas en el Señor.
Si ustedes no hacen como yo cuando tengo un programa de un acto en las manos, a estas alturas ya saben que me llamo Jaime. Cierto que es una biografía escueta, pero me propongo no dar muchos más detalles: así este testimonio parece que deja de pertenecerme, para ser posesión de todos los seminaristas, cualquiera de ellos podría haberlo dado.
Si además son ustedes detallistas, incluso se habrán dado cuenta de que este testimonio hoy lleva título: Mi futuro como sacerdote. Permitanme adivinar lo que ha podido rondar ya por sus cabezas: “¡Vaya ego! ¡Si ya se ve de cura!”, o aún mejor: “¡Un seminarista profeta! ¡Qué divertido!”. Pues ya les aviso que con estas expectativas este testimonio será un chasco; por si aún no se han dado ustedes cuenta, las mismas ganas que tiene el auditorio de escuchar a un seminarista histérico fantaseando sobre utópicos futuros de entrega, oración y apostolado, las mismas ganas las tiene el seminarista histérico en cuestión.
¿Dudas? ¿Miedos? ¿Pecado? Pues sí, póngame de los tres. Oye, ¿y cómo es posible que se atreva alguien a construir un futuro con estos materiales? Les cuento...
*
Yo no quería ser cura. Pero para no querer tener nada que ver con un seminario, estaba bastante acostumbrado a escuchar las palabras futuro y sacerdote en una misma frase. Pero yo no quería ser cura, así que tenía respuestas bien claritas para que quien tuviera oídos, que oyera.
“¿Mi futuro como sacerdote? ¡Ni de broma!”. Hubiera contestado sin demasiados rodeos y con peores formas al osado Interrogador, en el caso de haberle siquiera escuchado. Eran aquellos años de adolescencia en los que no me importaba nadie -ni Dios, ni familia, ni amigos- porque en realidad ni yo mismo me importaba, y por eso era incapaz de sacudirme de encima aquel hastío por las cosas, por la gente, por la vida.
“¿Mi futuro como sacerdote? No, hombre, no, si lo que necesita el mundo son ingenieros santos...”. Hubiera contestado, y de hecho contesté, al sacerdote que me lo propuso en aquel despacho de aquella parroquia. Ya había sacerdotes en mi vida porque ya me había encontrado con el resplandeciente Rostro de Cristo en un Cursillo de Cristiandad -de esto hace ya siete años, pura hora décima-, y ya disfrutaba de esta deliciosa Vida en la Iglesia. Pero aunque la semilla de la vocación ya estaba, no era aún la época de la cosecha.
“¿Mi futuro como sacerdote? Pero ¿será posible...?”. Y las respuestas claritas dejan de hacer pie ante la avalancha del miedo, de las lágrimas, de la emoción, del asombro... y aunque uno nota que llega el momento de dar una gran respuesta al Señor, ya no tiene palabras...
Todo es gracia. Y si tú quieres y no puedes, salen las cuentas si Dios está a favor. Sin cobrar derechos de autor, el Señor se encarga de ofrecer gestos y palabras que se van transformando poco a poco en tus propias respuestas, a nada que uno ponga de su parte.
Oración
No he sido yo, Señor, sino tu Movimiento de Cursillos de Cristiandad, tu Iglesia la que me ha enseñado a decir que sí, la que me ha enseñado a servir como un pequeño lápiz en tus manos, de la que he aprendido que lo más seguro que puedo hacer cuando me pones entre tu Amor y tus hijos es no estorbar. ¿Qué diré yo entonces de mi futuro como sacerdote?.
No he sido yo, Señor, sino tu Gracia derramada a casacadas sobre mi vida la que me fue enseñando a arrodillarme ante mis hermanos, más allá de mi terrible soberbia, más allá de mis respetos humanos. ¿Qué diré yo entonces de mi futuro como sacerdote?.
No he sido yo, Señor, sino tu siervo don Jose María García Lahiguera el que me decía -¡a mí!-: “Ten fe en tu sacerdocio, pídele al Señor que aumente tu fe”. O tu siervo don Sebastian Gayá -iniciador del Moviemiento de Cursillos de Cristiandad que hoy agoniza en una cama de Mallorca tras 94 años de vida entregada al Señor- el que me dijo el día que supo que entraba al Seminario: “Un cura viejo te llama hoy hermano, Jaime”. ¿Qué diré yo entonces de mi futuro como sacerdote?.
No he sido yo, Señor, sino tu parroquia Nuestra Señora del Aire la que en los últimos años me ha ido metiendo más y más gente en el corazón para que luego las presentara ante ti en tantos ratos de oración. ¿Qué diré yo entonces de mi futuro como sacerdote?
No soy yo, Señor, sino Tú quien no eliges a los capaces, sino que capacitas a los que eliges...
*
Siempre sacerdotes suena a toda una eternidad. Mucho tiempo. Tanto que parece que debería incluir mi pasado, y aún esta misma semana repasaba y volvía a repasar encuentros y experiencias, interrogándome como le queda a mi historia las palabras “como sacerdote”. También debería incluir mi presente como seminarista, pero si apenas consigo aprovechar el don que el Señor me hizo trayéndome a esta casa, ¿cómo colocar junto a mi día a día un “como sacerdote” ?
¿Qué diré yo entonces de mi futuro como sacerdote? Que desde este pequeño atril, en el que un salón de actos parece una inmensidad, ante una historia de siempre sacerdote con dimensiones de lo eterno, lo único honrado que me soy capaz de decir es que no existe mi futuro como sacerdote, pero fiat. Y hasta me suena a contradicción, pero no sé, serán cosas del directo. O del Señor.
Sin duda, hoy celebramos cien años de bendiciones. Es obvio para todo aquel que camine bajo la impresionante lona de la exposición del claustro, con sus cien años de fíados de Dios.
Y sobre todo, celebramos el futuro. Porque que si en algo está especializado el Seminario, es en el futuro. En competencia directa con las compañías de seguros. Hasta don Andrés podría llevarlo en sus tarjetas de visita:
“Seminario de Madrid.
Especialistas en futuro”
Cien años, doscientos años, o cien mil años; los que sean. Porque el futuro es Cristo. Mi futuro es Cristo. ¿A dónde iría si sólo Él tiene palabras de Vida eterna?
Recen por mí. Muchas gracias.
Recen por mí. Muchas gracias.
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No transcribo estas palabras para comentarlas sino para compartirlas y, sobre todo, para que todo el que pase por aquí atienda a la sincera petición final de Jaime...
Rezamos por ti, hermano... amigo!
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Rezamos por ti, hermano... amigo!
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De Colores
1 comentario:
Una pena no haber podido estar en persona en el testimonio de Jaime... menos mal que tú estás atenta y así podemos leerlo!!
Que blog más chulo tienes!!
tq
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