La muerte no es el final y tener esto claro es, sin duda, el principio de una nueva manera de vivir tanto la vida como la propia muerte.
En esta semana de procesiones, pasos y capirotes muchos son los que ven –y no me extraña- a los cristianos como unos pseudomasocas que se regodean en el dolor y en la muerte. No, no y no. La Semana Santa no celebra la muerte de Jesús en ese sentido. La cosa no termina hoy, Viernes Santo, día de cruz y luto por excelencia. Sería un horror. Lo que celebramos no se puede entender sin el Domingo de Resurrección. Porque, si bien es un regalo que Cristo diera la vida por nosotros, carece de su pleno sentido sin la resurrección, la vida eterna a la que estamos llamados. ¿Quién se queda en la muerte si Dios está vivo?
Esta columna no es una catequesis por fascículos pero creo que darnos cuenta de que la muerte no es el final nos abre una ventana de aire fresco para vivir pudiendo aceptar lo bueno y lo malo como partes de la vida y nos ayuda a dejar de pensar que el dolor es incompatible con la felicidad. Se puede sufrir y ser feliz al mismo tiempo. Pero es cierto que para eso hay que mirar más allá y vivir en la esperanza y la certeza de que lo mejor está por venir.
Así que, aunque ya no esté de moda, yo me quedo hoy a los pies de la Cruz y mañana espero con María para gozar el domingo de la Resurrección. Después de 40 días de Cuaresma tenemos por delante 50 días para celebrar y desear a todos de corazón ¡Feliz Pascua!
En esta semana de procesiones, pasos y capirotes muchos son los que ven –y no me extraña- a los cristianos como unos pseudomasocas que se regodean en el dolor y en la muerte. No, no y no. La Semana Santa no celebra la muerte de Jesús en ese sentido. La cosa no termina hoy, Viernes Santo, día de cruz y luto por excelencia. Sería un horror. Lo que celebramos no se puede entender sin el Domingo de Resurrección. Porque, si bien es un regalo que Cristo diera la vida por nosotros, carece de su pleno sentido sin la resurrección, la vida eterna a la que estamos llamados. ¿Quién se queda en la muerte si Dios está vivo?
Esta columna no es una catequesis por fascículos pero creo que darnos cuenta de que la muerte no es el final nos abre una ventana de aire fresco para vivir pudiendo aceptar lo bueno y lo malo como partes de la vida y nos ayuda a dejar de pensar que el dolor es incompatible con la felicidad. Se puede sufrir y ser feliz al mismo tiempo. Pero es cierto que para eso hay que mirar más allá y vivir en la esperanza y la certeza de que lo mejor está por venir.
Así que, aunque ya no esté de moda, yo me quedo hoy a los pies de la Cruz y mañana espero con María para gozar el domingo de la Resurrección. Después de 40 días de Cuaresma tenemos por delante 50 días para celebrar y desear a todos de corazón ¡Feliz Pascua!
La Gaceta de los Negocios 10 abril 2009
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De Colores
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