martes, 21 de abril de 2009

"Cura de sexo"



Así se llama el vídeo, así se llama la entrada.

Comparto este video con vosotros porque a mi me ha "afectado". Aún no sé si me gusta todo o nada, algo o parte, lo que sé es que no me ha dejado indiferente.

Lo cuelgo con la esperanza de que opinéis y así yo pueda digerirlo.

Gracias Virginia!

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De Colores

domingo, 19 de abril de 2009

"Dios siempre supera nuestras expectativas"



Gracias Borja!

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De Colores

jueves, 16 de abril de 2009

Reir



wao!

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De Colores

domingo, 12 de abril de 2009

Este es el día

Imagen de http://labombilla.blogia.com/

Este es el día que actúo el Señor
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno
porque es eterna su misericordia
Aleluya, Aleluya

Que lo diga la casa de Israel,
es eterna Su misericordia
Que lo diga la casa de Aarón
es eterna Su misericordia.
Que los digan los fieles del Señor
es eterna Su misericordia

Este es el día que actúo el Señor
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno
porque es eterna su misericordia
Aleluya, Aleluya

Escuchad hay cantos de victoria
en la tienda de los justos
La diestra del Señor es poderosa
es excelsa la diestra del Señor
La diestra del Señor es poderosa
es excelsa la diestra del Señor

Este es el día que actúo el Señor
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno
porque es eterna su misericordia
Aleluya, Aleluya

La pieda que el cantero desechó
es ahora la piedra angular
Es el Señor quien lo ha hecho
esto ha sido un milagro patente
Es el Señor quien lo ha hecho
esto ha sido un milagro patente

Este es el día que actúo el Señor
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno
porque es eterna su misericordia
Aleluya, Aleluya


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De Colores

sábado, 11 de abril de 2009

Juan Pablo II al corazón



Os traigo este precioso vídeo que ha hecho Brenda. En la mitad nos habla Juan Pablo II... al corazón.



Queridos jóvenes, id con confianza al encuentro de Jesús y como los nuevos santos no tengáis miedo de hablar de Él, pues Cristo es la respuesta verdadera a todas las preguntas sobre el hombre y su destino. No os desaniméis porque no estáis solos, el Señor nunca dejará de acompañaros con su Gracia y el don de su Espíritu.

Nunca os dejéis desalentar por el mal, para ello necesitáis la ayuda de la oración y el consuelo que brota de una amistad íntima con Cristo. Sólo así, viviendo la experiencia del amor de Dios e irradiando la fraternidad evangélica podréis ser los constructores de un mundo mejor.

Responder a la violencia ciega y al odio inhumano con el poder fascinante del Amor.

Si sientes la llamada de Dios que te dice: “Sígueme”, no la acalles.

El Rosario, en efecto, en su sencillez y profundidad es un verdadero compendio de Evangelio y conduce el corazón mismo del mensaje cristiano: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna”


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De Colores

viernes, 10 de abril de 2009

No es el final




La muerte no es el final y tener esto claro es, sin duda, el principio de una nueva manera de vivir tanto la vida como la propia muerte.

En esta semana de procesiones, pasos y capirotes muchos son los que ven –y no me extraña- a los cristianos como unos pseudomasocas que se regodean en el dolor y en la muerte. No, no y no. La Semana Santa no celebra la muerte de Jesús en ese sentido. La cosa no termina hoy, Viernes Santo, día de cruz y luto por excelencia. Sería un horror. Lo que celebramos no se puede entender sin el Domingo de Resurrección. Porque, si bien es un regalo que Cristo diera la vida por nosotros, carece de su pleno sentido sin la resurrección, la vida eterna a la que estamos llamados. ¿Quién se queda en la muerte si Dios está vivo?

Esta columna no es una catequesis por fascículos pero creo que darnos cuenta de que la muerte no es el final nos abre una ventana de aire fresco para vivir pudiendo aceptar lo bueno y lo malo como partes de la vida y nos ayuda a dejar de pensar que el dolor es incompatible con la felicidad. Se puede sufrir y ser feliz al mismo tiempo. Pero es cierto que para eso hay que mirar más allá y vivir en la esperanza y la certeza de que lo mejor está por venir.

Así que, aunque ya no esté de moda, yo me quedo hoy a los pies de la Cruz y mañana espero con María para gozar el domingo de la Resurrección. Después de 40 días de Cuaresma tenemos por delante 50 días para celebrar y desear a todos de corazón ¡Feliz Pascua!

La Gaceta de los Negocios 10 abril 2009


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De Colores

En la cruz



Señor conoces, mi corazón
aún cuando te fallo
sé que me amas

Con tu presencia, rodéame
En todo tiempo
sé que me amas, sé que amas

Hoy me postro ante Jesús
diste Tu sangre en la Cruz
no hay otro amor igual

Él murió y resucitó
sobre la muerte venció
nada me separará

Mi escudo eres
mi protección
Tú me sostienes
sé que me amas

El velo rasgó
Un camino abrió
Todo consumado es

Aún en tormentas
o tempestad
Tú estás conmigo
sé que me amas
sé que me amas

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De Colores

jueves, 9 de abril de 2009

Sin amor



Jueves Santo, día para reflexionar sobre el sacerdocio, la Eucaristía y el Amor fraterno, día del amor en sus distintas manifestaciones. Os traigo una reflexión que me ha hecho pensar.

La inteligencia sin amor, te hace perverso.

La justicia sin amor, te hace implacable.

La diplomacia sin amor, te hace hipócrita.

El éxito sin amor, te hace arrogante.

La riqueza sin amor, te hace avaro.

La docilidad sin amor, te hace servil.

La castidad sin amor, te hace orgulloso.

La pobreza sin amor, te hace orgulloso.

La belleza sin amor, te hace ridículo.

La verdad sin amor, te hace hiriente.

La autoridad sin amor, te hace tirano.

El trabajo sin amor, te hace esclavo.

La sencillez sin amor, te envilece.

La oración sin amor, te hace introvertido.

La ley sin amor, te esclaviza.

La política sin amor, te hace ególatra.

La fe sin amor, te hace fanático.

La cruz sin amor, se convierte en tortura.

La vida sin amor, no tiene sentido.



Feliz y Santa Semana

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De Colores

martes, 7 de abril de 2009

No merecía tanto amor...



En tu gran amor, tomaste mi lugar,
Llevando sobre ti, mi culpabilidad,
No lo puedo imaginar, como fuiste a soportar,
El dolor de tus heridas,
Pues me amaste sin medidas.

Déjame hoy besar,
Las heridas de tus manos y tus pies,
Las heridas que pecando provoqué,
Déjame reclinar, mi mejilla en tus espaldas y llorar,
Por haberlas lacerado en mi maldad,
No merecía tanto amor.


En tu gran amor, tomaste mi lugar,
Llevando sobre ti, mi culpabilidad,
No lo puedo imaginar, como fuiste a soportar,
El dolor de tus heridas,
Pues me amaste sin medidas.

Déjame hoy besar,
Las heridas de tus manos y tus pies,
Las heridas que pecando provoqué,
Déjame reclinar, mi mejilla en tus espaldas y llorar,
Por haberlas lacerado en mi maldad.
Déjame hoy besar,
Las heridas de tus manos y tus pies,
Las heridas que pecando provoqué,
Déjame reclinar, mi mejilla en tus espaldas y llorar,
Por haberlas lacerado en mi maldad,
No merecía tanto amor.

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De Colores

viernes, 3 de abril de 2009

El mensaje de Benedicto XVI para la JMJ de 2009, que se celebrará el domingo de Ramos.

"Hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo" (1 Tm 4,10)

El mensaje de Benedicto XVI para la JMJ de 2009, que se celebrará el domingo de Ramos.

Queridos amigos:

El próximo domingo de Ramos celebraremos en el ámbito diocesano la XXIV Jornada Mundial de la Juventud. Mientras nos preparamos a esta celebración anual, recuerdo con enorme gratitud al Señor el encuentro que tuvimos en Sydney, en julio del año pasado. Un encuentro inolvidable, durante el cual el Espíritu Santo renovó la vida de tantos jóvenes que acudieron desde todos los lugares del mundo. La alegría de la fiesta y el entusiasmo espiritual experimentados en esos días, fueron un signo elocuente de la presencia del Espíritu de Cristo. Ahora nos encaminamos hacia el encuentro internacional programado para 2011 en Madrid y que tendrá como tema las palabras del apóstol Pablo: "Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe" (cf. Col 2,7). Teniendo en cuenta esta cita mundial de jóvenes, queremos hacer juntos un camino formativo, reflexionando en 2009 sobre la afirmación de san Pablo: "Hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo" (1 Tm 4,10), y en 2010 sobre la pregunta del joven rico a Jesús: "Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?" (Mc 10,17).

La juventud, tiempo de esperanza

En Sydney, nuestra atención se centró en lo que el Espíritu Santo dice hoy a los creyentes y, concretamente a vosotros, queridos jóvenes. Durante la Santa Misa final os exhorté a dejaros plasmar por Él para ser mensajeros del amor divino, capaces de construir un futuro de esperanza para toda la humanidad. Verdaderamente, la cuestión de la esperanza está en el centro de nuestra vida de seres humanos y de nuestra misión de cristianos, sobre todo en la época contemporánea. Todos advertimos la necesidad de esperanza, pero no de cualquier esperanza, sino de una esperanza firme y creíble, como he subrayado en la Encíclica Spe salvi. La juventud, en particular, es tiempo de esperanzas, porque mira hacia el futuro con diversas expectativas. Cuando se es joven se alimentan ideales, sueños y proyectos; la juventud es el tiempo en el que maduran opciones decisivas para el resto de la vida. Y tal vez por esto es la etapa de la existencia en la que afloran con fuerza las preguntas de fondo: ¿Por qué estoy en el mundo? ¿Qué sentido tiene vivir? ¿Qué será de mi vida? Y también, ¿cómo alcanzar la felicidad? ¿Por qué el sufrimiento, la enfermedad y la muerte? ¿Qué hay más allá de la muerte? Preguntas que son apremiantes cuando nos tenemos que medir con obstáculos que a veces parecen insuperables: dificultades en los estudios, falta de trabajo, incomprensiones en la familia, crisis en las relaciones de amistad y en la construcción de un proyecto de pareja, enfermedades o incapacidades, carencia de recursos adecuados a causa de la actual y generalizada crisis económica y social. Nos preguntamos entonces: ¿Dónde encontrar y cómo mantener viva en el corazón la llama de la esperanza?

En búsqueda de la "gran esperanza"

La experiencia demuestra que las cualidades personales y los bienes materiales no son suficientes para asegurar esa esperanza que el ánimo humano busca constantemente. Como he escrito en la citada Encíclica Spe salvi, la política, la ciencia, la técnica, la economía o cualquier otro recurso material por sí solos no son suficientes para ofrecer la gran esperanza a la que todos aspiramos. Esta esperanza "sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar" (n. 31). Por eso, una de las consecuencias principales del olvido de Dios es la desorientación que caracteriza nuestras sociedades, que se manifiesta en la soledad y la violencia, en la insatisfacción y en la pérdida de confianza, llegando incluso a la desesperación. Fuerte y clara es la llamada que nos llega de la Palabra de Dios: "Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien" (Jr 17,5-6).

La crisis de esperanza afecta más fácilmente a las nuevas generaciones que, en contextos socio-culturales faltos de certezas, de valores y puntos de referencia sólidos, tienen que afrontar dificultades que parecen superiores a sus fuerzas. Pienso, queridos jóvenes amigos, en tantos coetáneos vuestros heridos por la vida, condicionados por una inmadurez personal que es frecuentemente consecuencia de un vacío familiar, de opciones educativas permisivas y libertarias, y de experiencias negativas y traumáticas. Para algunos -y desgraciadamente no pocos-, la única salida posible es una huída alienante hacia comportamientos peligrosos y violentos, hacia la dependencia de drogas y alcohol, y hacia tantas otras formas de malestar juvenil. A pesar de todo, incluso en aquellos que se encuentran en situaciones penosas por haber seguido los consejos de "malos maestros", no se apaga el deseo del verdadero amor y de la auténtica felicidad. Pero ¿cómo anunciar la esperanza a estos jóvenes? Sabemos que el ser humano encuentra su verdadera realización sólo en Dios. Por tanto, el primer compromiso que nos atañe a todos es el de una nueva evangelización, que ayude a las nuevas generaciones a descubrir el rostro auténtico de Dios, que es Amor. A vosotros, queridos jóvenes, que buscáis una esperanza firme, os digo las mismas palabras que san Pablo dirigía a los cristianos perseguidos en la Roma de entonces: "El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en vuestra fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo" (Rm 15,13). Durante este año jubilar dedicado al Apóstol de las gentes, con ocasión del segundo milenio de su nacimiento, aprendamos de él a ser testigos creíbles de la esperanza cristiana.

San Pablo, testigo de la esperanza

Cuando se encontraba en medio de dificultades y pruebas de distinto tipo, Pablo escribía a su fiel discípulo Timoteo: "Hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo" (1 Tm 4,10). ¿Cómo había nacido en él esta esperanza? Para responder a esta pregunta hemos de partir de su encuentro con Jesús resucitado en el camino de Damasco. En aquel momento, Pablo era un joven como vosotros, de unos veinte o veinticinco años, observante de la ley de Moisés y decidido a combatir con todas sus fuerzas, incluso con el homicidio, contra quienes él consideraba enemigos de Dios (cf. Hch 9,1). Mientras iba a Damasco para arrestar a los seguidores de Cristo, una luz misteriosa lo deslumbró y sintió que alguien lo llamaba por su nombre: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?". Cayendo a tierra, preguntó: "¿Quién eres, Señor?". Y aquella voz respondió: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues" (cf. Hch 9,3-5). Después de aquel encuentro, la vida de Pablo cambió radicalmente: recibió el bautismo y se convirtió en apóstol del Evangelio. En el camino de Damasco fue transformado interiormente por el Amor divino que había encontrado en la persona de Jesucristo. Un día llegará a escribir: "Mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí" (Ga 2,20). De perseguidor se transformó en testigo y misionero; fundó comunidades cristianas en Asia Menor y en Grecia, recorriendo miles de kilómetros y afrontando todo tipo de vicisitudes, hasta el martirio en Roma. Todo por amor a Cristo.

La gran esperanza está en Cristo

Para Pablo, la esperanza no es sólo un ideal o un sentimiento, sino una persona viva: Jesucristo, el Hijo de Dios. Impregnado en lo más profundo por esta certeza, podrá decir a Timoteo: "Hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo" (1 Tm 4,10). El "Dios vivo" es Cristo resucitado y presente en el mundo. Él es la verdadera esperanza: Cristo que vive con nosotros y en nosotros y que nos llama a participar de su misma vida eterna. Si no estamos solos, si Él está con nosotros, es más, si Él es nuestro presente y nuestro futuro, ¿por qué temer? La esperanza del cristiano consiste por tanto en aspirar "al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo" (Catecismo de la Iglesia Católica, 1817).

El camino hacia la gran esperanza

Jesús, del mismo modo que un día encontró al joven Pablo, quiere encontrarse con cada uno de vosotros, queridos jóvenes. Sí, antes que un deseo nuestro, este encuentro es un deseo ardiente de Cristo. Pero alguno de vosotros me podría preguntar: ¿Cómo puedo encontrarlo yo, hoy? O más bien, ¿de qué forma Él viene hacia mí? La Iglesia nos enseña que el deseo de encontrar al Señor es ya fruto de su gracia. Cuando en la oración expresamos nuestra fe, incluso en la oscuridad lo encontramos, porque Él se nos ofrece. La oración perseverante abre el corazón para acogerlo, como explica san Agustín: "Nuestro Dios y Señor [...] pretende ejercitar con la oración nuestros deseos, y así prepara la capacidad para recibir lo que nos ha de dar" (Carta 130,8,17). La oración es don del Espíritu que nos hace hombres y mujeres de esperanza, y rezar mantiene el mundo abierto a Dios (cf. Enc. Spe salvi, 34).

Dad espacio en vuestra vida a la oración. Está bien rezar solos, pero es más hermoso y fructuoso rezar juntos, porque el Señor nos ha asegurado su presencia cuando dos o tres se reúnen en su nombre (cf. Mt 18,20). Hay muchas formas para familiarizarse con Él; hay experiencias, grupos y movimientos, encuentros e itinerarios para aprender a rezar y de esta forma crecer en la experiencia de fe. Participad en la liturgia en vuestras parroquias y alimentaos abundantemente de la Palabra de Dios y de la participación activa en los sacramentos. Como sabéis, culmen y centro de la existencia y de la misión de todo creyente y de cada comunidad cristiana es la Eucaristía, sacramento de salvación en el que Cristo se hace presente y ofrece como alimento espiritual su mismo Cuerpo y Sangre para la vida eterna. ¡Misterio realmente inefable! Alrededor de la Eucaristía nace y crece la Iglesia, la gran familia de los cristianos, en la que se entra con el Bautismo y en la que nos renovamos constantemente por al sacramento de la Reconciliación. Los bautizados, además, reciben mediante la Confirmación la fuerza del Espíritu Santo para vivir como auténticos amigos y testigos de Cristo, mientras que los sacramentos del Orden y del Matrimonio los hacen aptos para realizar sus tareas apostólicas en la Iglesia y en el mundo. La Unción de los enfermos, por último, nos hace experimentar el consuelo divino en la enfermedad y en el sufrimiento.

Actuar según la esperanza cristiana

Si os alimentáis de Cristo, queridos jóvenes, y vivís inmersos en Él como el apóstol Pablo, no podréis por menos que hablar de Él, y haréis lo posible para que vuestros amigos y coetáneos lo conozcan y lo amen. Convertidos en sus fieles discípulos, estaréis preparados para contribuir a formar comunidades cristianas impregnadas de amor como aquellas de las que habla el libro de los Hechos de los Apóstoles. La Iglesia cuenta con vosotros para esta misión exigente. Que no os hagan retroceder las dificultades y las pruebas que encontréis. Sed pacientes y perseverantes, venciendo la natural tendencia de los jóvenes a la prisa, a querer obtener todo y de inmediato.

Queridos amigos, como Pablo, sed testigos del Resucitado. Dadlo a conocer a quienes, jóvenes o adultos, están en busca de la "gran esperanza" que dé sentido a su existencia. Si Jesús se ha convertido en vuestra esperanza, comunicadlo con vuestro gozo y vuestro compromiso espiritual, apostólico y social. Alcanzados por Cristo, después de haber puesto en Él vuestra fe y de haberle dado vuestra confianza, difundid esta esperanza a vuestro alrededor. Tomad opciones que manifiesten vuestra fe; haced ver que habéis entendido las insidias de la idolatría del dinero, de los bienes materiales, de la carrera y el éxito, y no os dejéis atraer por estas falsas ilusiones. No cedáis a la lógica del interés egoísta; por el contrario, cultivad el amor al prójimo y haced el esfuerzo de poneros vosotros mismos, con vuestras capacidades humanas y profesionales al servicio del bien común y de la verdad, siempre dispuestos a dar respuesta "a todo el que os pida razón de vuestra esperanza" (1 P 3,15). El auténtico cristiano nunca está triste, aun cuando tenga que afrontar pruebas de distinto tipo, porque la presencia de Jesús es el secreto de su gozo y de su paz.

María, Madre de la esperanza

San Pablo es para vosotros un modelo de este itinerario de vida apostólica. Él alimentó su vida de fe y esperanza constantes, siguiendo el ejemplo de Abraham, del cual escribió en la Carta a los Romanos: "Creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones" (4,18). Sobre estas mismas huellas del pueblo de la esperanza -formado por los profetas y por los santos de todos los tiempos- nosotros continuamos avanzando hacia la realización del Reino, y en nuestro camino espiritual nos acompaña la Virgen María, Madre de la Esperanza. Ella, que encarnó la esperanza de Israel, que donó al mundo el Salvador y permaneció, firme en la esperanza, al pie de la cruz, es para nosotros modelo y apoyo. Sobre todo, María intercede por nosotros y nos guía en la oscuridad de nuestras dificultades hacia el alba radiante del encuentro con el Resucitado. Quisiera concluir este mensaje, queridos jóvenes amigos, haciendo mía una bella y conocida exhortación de San Bernardo inspirada en el título de María Stella maris, Estrella del mar: "Cualquiera que seas el que en la impetuosa corriente de este siglo te miras, fluctuando entre borrascas y tempestades más que andando por tierra, ¡no apartes los ojos del resplandor de esta estrella, si quieres no ser oprimido de las borrascas! Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas con los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella, llama a María... En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María... Siguiéndola, no te desviarás; rogándole, no desesperarás; pensando en ella, no te perderás. Si ella te tiene de la mano no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás si es tu guía; llegarás felizmente al puerto si ella te es propicia" (Homilías en alabanza de la Virgen Madre, 2,17).

María, Estrella del mar, guía a los jóvenes de todo el mundo al encuentro con tu divino Hijo Jesús, y sé tú la celeste guardiana de su fidelidad al Evangelio y de su esperanza.

Al mismo tiempo que os aseguro mi recuerdo cotidiano en la oración por cada uno de vosotros, queridos jóvenes, os bendigo de corazón junto a vuestros seres queridos.

Vaticano,

BENEDICTUS PP. XVI

miércoles, 1 de abril de 2009

Si hubiera estado allí




Si hubiera estado allí entre la multitud
Que tu muerte pidió, que te crucifico
Lo tengo que admitir, hubiera yo también,
Clavado en esa cruz
Tus manos mi Jesús, si hubiera estado allí

Pensándolo más bien también yo estaba allí
Yo fui el que te escupió, y tu costado hirió
Pensándolo más bien,
Yo fui el que corono de espinas y dolor
Tu frente buen Señor, también yo estaba allí

Si hubiera estado allí al pie de aquella cruz
Oyéndote clamar, al Padre en soledad
Lo tengo que admitir, te hubiera yo también
Dejado así morir, mirándote sufrir
Si hubiera estado allí

Pensándolo más bien también yo estaba allí
Yo fui el que te escupió, y tu costado hirió
Pensándolo más bien, yo fui el que corono
de espinas y dolor Tu frente buen Señor

Pensándolo más bien, también yo estaba allí
Yo fui el que te golpeo, y de ti se burlo
Pensándolo más bien yo fui el que te azoto
Yo fui quien lacero tu espalda mi Señor
También yo estaba allí

Especialmente dedicado a Valentina...

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De Colores